23 de juliol del 2010

Mapa del vino artesano: chapó!!

Pasaba por el blog de Joan y qué sorpresa la mía, mientras estaba leyendo, de encontrarme con esta maravillosa iniciativa de Observatorio del Vino, donde se han propuesto reflejar en el mapa los elaboradores artesanos de vino, dónde se encuentran y dónde podemos pedir o comprar sus vinos. Una idea fantástica.
Con esta perspectiva me he puesto manos a la obra y he aportado mi granito de arena, animando a todos los que podáis a hacerlo. Echad un vistazo en el enlace y seguro que os parecerá una forma perfecta de mantenernos al día y bien informados de las bodegas más interesantes y de dónde adquirir sus vinos. Ánimo a todos.

Saludos

Roger

22 de juliol del 2010

Casa Montaña o cómo malhumorarse cuando vas de tapas...

Bueno, era otra de tantas veces que habíamos elegido esta bodega-restaurante del Cabanyal para picar/cenar y tomarnos unos vinos. La fama que tiene Casa Montaña es de sobra conocida en toda la ciudad de València, no en balde lleva años y años en el negocio de la restauración. Pues bien, ayer fue un día funesto, para un servidor, en lo que a la elección del sitio para cenar se refiere.

Como de costumbre, el local, a las nueve y media, estaba a tope y una camarera muy acalorada (el bochorno de València en verano, ya se sabe) nos apuntó en la lista de espera pues no habíamos reservado. Para paliar la espera pedimos un par de cañas, no sin antes avisar a la camarera de que queríamos las cañas un poco más grandes que las que acababa de sacar a unos chicos que también esperaban, pues nos parecieron poco más grandes que un chupito doble o un tubo de ensayo. Antes las cañas eran más generosas. En fin.

Cuando entramos, pasados 20 minutos, nos acomodamos en unos taburetes justo en la esquina al lado de la puerta. Bien, empieza la fiesta. En primer lugar, estábamos eligiendo platos mientras un servidor buscaba el vino adecuado a nuestra elección cuando la camarera, muy insistente y acalorada, nos presionaba para que tomásemos una decisión rápida. ¿Y esto?. No era porque tuviera recelo por saber que íbamos a comer, más bien era que necesitaba la carta de vinos para otra mesa pues nos comentó que sólo tenían un par de cartas para todo el restaurante porque estaban en proceso de cambio. Inaudito. ¿Esto no era una Bodega-restaurante?. En fin, si hubiese sido lo único, ya está bien, pero no, no iba a ser un suceso aislado. Seguimos. Al preguntarnos y tomarnos nota le comento que habíamos elegido para beber La Calma, un chenin blanc de Can Ràfols del Caus, un vino bastante interesante cuando no curioso. La camarera muy acalorada me dice que no tienen cosas que no estén en la carta, por lo que le comento que era uno de las primeras referencias de la carta de blancos. Como ya me había retirado la carta de vinos de las manos no tuve opción de echar otra ojeada para cambiar de vino en caso de no haber existencias(en las que no había, ponía agotado al lado). No era el caso de nuestra elección. De cualquier modo, le dije amablemente, que si no había podía traer Belondrade 2008, pero sólo en caso de que no hubiera. Sin la carta entre manos, ya no podíamos hacer otra cosa. La cuestión es que nos apareció en el acto con una botella de Belondrade y dos copas, sin tan siquiera decirnos que no había el vino que habíamos elegido. Dejó de malas maneras las copas (unas copas de Rona bastante acertadas, menos mal) y el vino sobre la barra y ni rastro de una cubitera hasta pasados 20 minutos.

Llegan los platos, Habitas baby con jamón, ajoarriero, media docena de sardinas y 2 montaditos de brandada de bacalao. Las sardinas (muy frescas y de buen tamaño) y los montaditos muy bien, sin secretos, pero muy bien. El ajoarriero lo deben hacer para llevárselo ellos mismos a casa con recelo porque cada vez que vamos ponen menos, en un platillo oblongo que ya es de por sí pequeño. En cuanto a las habitas baby con jamón invisible, ¿qué decir?, esto de la cocina molecular donde juegan con los ingredientes hasta eliminarlos del plato debe ser para postmodernos porque un servidor no acaba de cogerle el punto. Cosas de uno.
Hablemos del servicio. El vino te lo pones tú mismo desde el primer momento, sin pie a probarlo previamente, no sea caso que esté infectado de TCA y te quejes (tuvimos suerte). Filosofía Do It Yourself. Para postmodernos, lo que decíamos antes. Los platos aterrizan en la barra como lo haría un freesbe en la playa, la pregunta es ¿camareros o transportistas?. Con permiso de Gracita Morales, "hay que ver cómo está el servicio".
Terminamos pidiendo un postre, pastel ruso (excesiva mantequilla en la crema de avellanas), y una copita de un pinot gris tardío, no muy reseñable. Sin cafés. Café y malhumor no combinan.

En definitiva, la comida escasa y el precio de la tapa elevado. Ej: una gilda (anchoa pinchada con una guindilla verde en vinagre y una aceituna) 2,85€!! He querido pensar que era una anchoa del cantábrico, doble cero y depilada. De otro modo sería injustificable. La minuta nos salió por unos 70€.
Siento realmente decir que ya no volveré más. El trato de cualquier manera. Si los/as camareros/as no son suficientes y el local está a tope, se contrata a más personal o se quitan mesas. Todo no puede ser. La carta de vinos es reseñable a todas luces, y a unos precios muy correctos, pero siempre hay alguna tecla y faltan muchas referencias, síntoma de que no se revisa con asiduidad, algo intolerable para un sitio que pretende dar una imagen de local especializado. Menos pretensiones, para tan larga carta, y más personal especializado y con más conocimiento de la materia. Ahí queda.

Roger

Nota: la foto es del blog de pisto y no pisto.

14 d’abril del 2010

Paul Draper: magia y filosofía en el Montebello 1991


Intentaré retomar de nuevo el blog, parafraseando a Unamuno al volver a las aulas: "Como decíamos ayer..." Bien, gracias a un amigo enólogo que trabajó in situ en la bodega, esta es la tercera vez que tengo la oportunidad de poder catar la joya de la bodega de uno de los gurús más conocidos y respetados en el ámbito enológico estadounidense y también mundial, Paul Draper y su afamado Ridge Montebello. Draper, quien dirige sabiamente Ridge Vineyeards desde hace casi cinco décadas, es el artífice de este blend californiano al más puro estilo bordolés.

En concreto, nos referiremos aquí al Ridge Montebello 1991, una añada espectacular para la bodega. Todos los detalles del viñedo y el terroir los obviaremos, por ya haberlos comentado con anterioridad en otro post. Así pués: res, non verba (al grano, vamos).
Abrimos la botella, y sin decantar, directamente al ruedo. A priori en nariz estaba un tanto recatado aunque poco a poco se fue abriendo hasta dejar paso a las lilas y las moras (más de lo primero que de lo segundo). Una gozada. En boca, más de lo mismo: complejo, estructurado y no deja de patinar por toda la boca. Con razón dicen que fue un gran año para el Montebello. Se nota la suavidad de la merlot, que aterciopela el conjunto y esas notas tan característicamente especiadas de la Cabernet.
El equilibrio entre la trinidad: acidez-alcohol-madera, no fue tampoco decepcionante, aunque, seguramente, si hubiera estado un poco más frío no hubiera tenido esa puntilla del vino licoroso que deja huella al paso (he de decir que esto sólo fue un apreciación mía, el resto no lo notaron). En fin, 18 meses de crianza en roble 100% americano, como es condición sine qua non en todos los grandes vinos de Draper, ¿chovinismo? Si lo es, lo es pero con mucho estilo y buen gusto.
Savoir faire y terruño a espuertas se combinan en este vino que busca más la armonía del conjunto, que la explosión y la robustez (tan de moda actualmente). Y todo ello sin perder un ápice del clasicismo bordolés. ¿Estamos en California o en Burdeos? Las líneas fronterizas se os desdibujarían tanto como a mí si lo probarais.

Un saludo y... Salud!!

Roger