8 de desembre del 2015

Hostal 2012: historia de una expresión.


El Hostal es una parcela de cariñenas viejas que mira hacia el norte y está ubicada en una zona privilegiada para la viña, resguardada de las excesivas insolaciones estivales que compensa con esa inclinación hacia tramontana. Unas cariñenas que, trabajadas en biodinámica, crecen rodeadas de árboles. De este lieu-dit, apenas salen tres barricas cada vendimia que, después de una crianza de 36 meses, reposarán un mínimo de un año en botella, antes de ver la luz.
 
La primera vez que probamos el Hostal 2012, el vino llevaba unos 20 meses en barrica y directamente de allí hicimos la cata. A priori, en copa, aparece una ligera reducción fruto del encierro que todavía se prolongaría 16 meses más. Acto seguido, se abre paso toda una batería de aromas: encurtidos, un punto de salsa de soja y tapenade negra muy suave, entre otros. En boca no impresiona menos: equilibrio, profundidad y frescura a espuertas en un paso de boca que es pura verticalidad, y que augura mucha, mucha vida por delante. A copa vacía es rooibos puro, una virguería del proceso de crianza. 

La segunda vez que lo probamos, recién embotellado, la evolución sólo hizo que corroborar nuestras expectativas. A duras penas decantado, y a la vez que se iba abriendo, ya dejaba intuir lo que esperábamos: ese punto de salsa de soja que seguía ahí, tabaco rubio desmenuzado y una crianza muy integrada, sin ninguna de las estridencias a las que nos tienen acostumbrados los vinos ahogados en madera que, desgraciadamente, tanto se producen en este país y que aún hoy se erigen como estandartes de la tradición. Justo en el polo opuesto de la estridencia, se encuentran los Anguera con este vino de pago, con el que vuelven a dar una vuelta de tuerca más en la búsqueda de la expresión de la tierra, de lo primigenio, del trabajo minucioso y paciente del artesano.

Un vino nuevo pero con historia, que parte de un meticuloso trabajo de la tierra y del respeto al tiempo, pero por encima de todo, un vino que es artesanalidad y que encierra una larga tradición familiar. Un vino que necesitábamos la gente del vino. Al tiempo. 

Salud!

18 de setembre del 2014

Confuron-Cotetidot: Borgoña en esencia.


Hace ya unas semanas, tuvimos la oportunidad de visitar la Borgoña y a algunos de los vignerons más reseñables dentro del mundillo del vino. De todos los que visitamos: Mugnier, Jobard, Rousseau, Confuron Cotetidot, Regis Rossignol o Derain, entre otros, comentaremos aquellos que nos resultaron más carismáticos (y mejores) en nuestra humilde opinión. En esta primera parte le toca el turno a Yves Confuron, un mago del savoir faire con la pinot y un enorme anfitrión para sus invitados.
No sólo pudimos probar prácticamente todos los vinos que elabora en su bodega de Vosne Romanee (incluidos el Echézeaux, Les Suchots o  su impresionante Mazis), también nos invitó a cenar en su casa donde, de cuando en cuando, desaparecía para acto seguido regresar con alguna botella sin etiquetar. Y qué botellas! Todas gustaron mucho, era imposible quedar indeferente ante semejantes obras de arte.
Los vinos de Yves, catados directamente de la barrica, tienen un ataque bestial, que a priori no deja indiferente a nadie. Tal vez esté relacionado con las largas maceraciones, sin despalillar, que practica, llegando hasta los 30 días, incluso más en alguna ocasión. La uva no se despalilla, sencillamente, porque el domaine carece de despalilladora(y tampoco tienen ningún interés en tenerla, claro está).
En fin, esa sensación "indomable" que ofrece la barrica desaparece completamente cuando se prueba de la botella a su debido tiempo. Fue tal la diferencia que todos nos quedamos impresionados con los vinos que fuimos catando durante la cena. Y con la cena que nos preparó el anfitrión, tremenda. La primera de las botellas que Yves bajó a buscar fue un Gevrey Chambertin 2007 que estaba fino fino, a pedir de boca. Pudimos compararlo, acto seguido, con otro Gevrey Chambertin 1996, corroborando que los años no hacen más que pulirlos al detalle. Si pensábamos, desconcertados, que aquellos vinos indomables de la barrica se habían convertido en un ensamblaje perfecto en la botella, nos quedamos muy cortos cuando vimos aparecer a nuestro anfitrión con otro Gevrey, esta vez de la añada mítica de 1990. Y tan mítica. Qué nervio, qué juventud, qué todo! No podíamos hacer otra cosa más que alucinar con lo que probamos. Cerró la cena con otro Gevrey Chambertin 1er Cru Petite-Chapelle 2008, que nos dejó también boquiabiertos. Acidez, verticalidad y profundidad son la trinidad que define su trabajo, sus vinos. Una experiencia y una oportunidad increíble, probar, conversar y escuchar las explicaciones de Yves Confuron. 

Santé!

Pd: la cena no hubiera sido una genialidad sin la compañía, gracias a Joan y Josep Anguera, a Carme Garcia y a Joan València. Sou uns cracks nois!

29 de maig del 2014

Fonseca Vintage 1934


Quinta do Cruzeiro, el corazón de Fonseca. Photo: web
Muy pocas son las ocasiones en que se puede probar un vino tan especial como este: Fonseca Vintage 1934. Después de haberlo guardado con celo y bien conservado durante un par de años, llegó su momento. Y qué momento!
Como en todos los viejos vintage de las grandes casas, sólo el respeto a la edad ya merece un trato ceremonial: decantador, embudo filtrador, tenazas para degollar la botella, pincel con agua fría y listo. En fin, a lo que íbamos, Fonseca es, seguramente, "la bodega" o una de las tres o cuatro bodegas de referencia de Oporto (junto a Quinta do Noval, Taylor o Dow´s) a nivel de calidad, en mi opinión. Todo un referente para los amantes del mejor Porto. Sus vinos tienen fama de ser potentes, muy aromáticos y bastante tánicos. Este Vintage de 1934 no sería una excepción.
Lo que más nos impresionó de este vintage octogenario fue su intensidad; puede parecer un tanto contradictorio que un vino tan añejo, en lugar de ir perdiendo sus propiedades con el paso del tiempo, las haya conservado tan bien. Ochenta años después, sigue siendo un vinazo estructurado, opulento, con su punto de tanicidad marcado y un extenso bouquet aromático que abarca tanto avellanas como dátiles calientes o caramelo sobre todo un conjunto de aromas derivados de la crianza y el reposo. En boca conserva esa espectacular acidez que da fama a los vintage de la bodega, incluso en los años cálidos. Es un vino complejo, que mantiene un equilibrio impresionante a pesar de las décadas que lleva a cuestas. Una armonía inolvidable que invita a la meditación y el disfrute. Un vinazo de esos que sólo bebes una vez en la vida.

Salud!

4 de maig del 2014

Medium Dry de Ximénez-Spinola: savoir faire jerezano.

Ya hemos comentado en anteriores posts, aquí y aquí, el mimo y detalle con el que trabajan su PX en Ximénez-Spínola para producir algunos de los mejores vinos del Marco, y siempre con la calidad como estandarte. Pues bien, hace un par de meses tuvimos la oportunidad de acercarnos a visitar la bodega (que ya iba siendo hora), situada nada más y nada menos que en el corazón del Pago de Balbaína, tierra de albariza pura, y comprobar in situ el savoir faire que caracteriza sus vinos y brandys. Estos últimos de limitadísima producción y delineadas y finas holandas. 

Angelines, Laura y Jose Antonio nos enseñaron las nuevas dependencias, mucho más adecuadas y amplias para el trabajo que las del centro de Jerez, que siguen conservando como buenos almacenistas tradicionales que son. Nosotros encantados. Volvimos a catar todos sus vinos y probamos por primera vez el nuevo proyecto que ya venía gestándose desde hacía un tiempo: su Old Harvest Medium Dry.
En general, la inmensa mayoría de mediums que encontramos en el mercado suelen ser unos caldos empalagosos con más o menos gracia, diseñados para satisfacer la creciente demanda de este tipo de vino en el mercado anglosajón. Nada más alejado de esta realidad está el Old Harvest Medium Dry de Ximénez-Spínola.
Para conseguir este vino tan genuino, se han cabeceado dos vinos extraordinarios: un oloroso muy viejo de PX, con una solera de 1918 y un PX dulce muy viejo de 1948. Partiendo de una base tan fantástica, el resultado que se auguraba no lo podía ser menos. Tuvimos la oportunidad de poder catar estas maravillas por separado, y era de esperar que el resultado fuera un medium no menos extraordinario.
Visualmente es de un ámbar nítido impresionante. En nariz resaltan los recuerdos de la crianza, acetaldehídos, toffee, avellanas, nueces y caramelo. En boca es una promesa cumplida: una acidez vibrante, un paso suave e intenso y un postgusto a manzana al horno para el recuerdo. Otra genialidad de esta casa.

Es curioso que en ninguna de las andanas encontremos la típica bota jerezana de 500 litros, todas son de 225. Esto tiene una explicación muy clara, si una bota de 500 se estropea, la pérdida es el doble que si lo hace una de 225, obvio. En bodegas que mueven mucho volumen, no tiene gran importancia, pero en Ximénez-Spínola, con una más que ajustada producción para ofrecer una altísima calidad, prefieren no correr riesgos innecesarios, algo más que razonable. Ya se sabe que la esencia de algo bueno siempre viene en frasco pequeño. En este caso 50 cl. de dulce alquimia.


Salud!

PS: No quisiera cerrar el post sin agradecer a Angelines, Laura y Jose Antonio su extraordinaria hospitalidad. Pasamos una tarde inolvidable. Gracias.