
El lugar elegido por Aduriz para erigir un templo como el Mugaritz no podía ser más ideal. A medida que vas subiendo por un estrecho camino

Una vez allí, aparcamos el coche y al abrir la puerta para salir toda una eclosión de aromas te invade por completo. Son las plantas aromáticas que junto a flores comestibles cultiva Aduriz en el jardín: salvias de varias formas, tomillos, albahacas y un extensísimo etcétera.

Pasamos a tomar un aperitivo en la parte del jardín que da al comedor, a los pies del gran roble. Dos txakolis de Txomin Etxaniz, para abrir el apetito. El jardín está cuidado y mimado al detalle. Un regalo para la vista. Acto seguido, nos invitan a entrar en el comedor. El sitio está invadido por una tenue luz que sugiere dejarse llevar. Las mesas están espaciosamente separadas y el

El servicio inigualable: atentísimo, sin exageraciones y de una discreción impresionante. Al preguntarnos cuántos Kms. hemos hecho y responder que 700 el maitre nos invita a que conozcamos más a fondo el Mugaritz y pasemos al motor de todo esto, la cocina. Un numeroso equipo trabaja con mucho esmero y sin pausa. El encargado de cocina, Llorenç Sagarra, un saludo desde aquí, para él, por su hospitalidad, nos muestra el arduo trabajo que es coordinar una cocina dos estrellas. Parece un hervidero, cada uno a lo suyo pero trabajando siempre en conjunto. En una estancia contigua a la cocina, Llorenç nos enseña el trabajo del resto del equipo que preparan cuidadosamente los ingredientes con los que a posteriori se elabora todo. Este equipo humano, hasta un total de cincuenta y dos personas son el alma mater del Mugaritz.
De vuelta a la mesa, es la hora de elegir el menú. Nos sugieren que nuestra elección sea la misma(puesto que de los dos menus, el Sustraiak es más corto que el Naturan), independientemente de cuál elijamos, para poder llevar el mismo ritmo a la hora de servir y comer. Después de meditarlo un momento, nos decantamos por el Naturan.

Y empieza el gastrofestival: "150 minutos para someterse",-diría yo-. Aunque intentaré enumerar todos los platos, sólo me extenderé en aquellos que me parecieron más extraordinarios por su sabor, elaboración y originalidad(por no exceder demasiado el comentario y rozar el aburrimiento).




A este, le sucedieron el Lomo de verdel confitado, bañado en una infusión de semillas de sésamo, y las Zanahorias cocinadas en tierra con jugo concentrado de chipirón, ambos excelentes.
Y llegamos siguiendo la cadencia de la comida a otro plato

Tras los ñoquis llegó el Estofado de cebolletas tiernas asadas, con tuétano cocido y hierbas frescas. Muy sabroso y cuidado al detalle. Acto seguido sirvieron un Lomo de merluza acompañado

Después llegaría la Pieza de vacuno asada y perfumada entre brasas de sarmiento, briznas de tomillo, cenizas, sales y rábanos crocantes. Una delicia de plato, realmente apetecible.

Y tras nueve platos, más los entrantes, al fin los postres. La primera aparición fue la Crema helada de violetas, polvorón caliente de almendras, astillas de pan de especias y té verde. Interesante combinación de texturas y temperaturas. Un sabrosísimo y esmerado postre. Antes de que sirvieran el Pastel jugoso de chocolate, crema fría de leche, fondos dorados, pompas y cacao, que fue el tercer y último postre(muy bueno), llegó a la mesa una de las combinaciones más originales que haya tenido el gusto de probar: Higos maduros a la brasa de

Como colofón a esta insuperable comida, un destilado no menos excelente: Vintage Armagnac Domaine Boigneres 1984, para tomarse la sobremesa con calma.
Debo insistir en el trato más que cordial, casi familiar, del servicio. Desde Les Foes un saludo a todos, y en especial a JoseRa por hacer nuestra experiencia Mugaritz lo más agradable posible, gracias.
Otra cosa que debo añadir en favor del Mugaritz, es que cualquier menú es totalmente personalizable, según el gusto del comensal. No esperaba menos de un sitio de tanto nivel como este.
En cuanto al precio, siempre oscilará en función del vino y los extras que se pidan, aunque ronda con toda seguridad los 160€ por comensal. Un precio dos estrellas para un restaurante estelar.
Mugaritz es toda una experiencia sensorial. Algo más que recomendable. Vale la pena probar.
Roger